A Macri no le alcanza la morfina crediticia del Fondo Monetario Internacional y se murmura una suerte de eutanasia política adelantando el parto electoral. Es la única manera de evitar un estallido social porque ya no alcanzan los planes ni los troles.
Los grandes medios, los jueces delivery avisaron a los sinarcas internacionales que se acabaron los esquemas y las alquimias para hacer durar en el poder a un hombre que, como un disco rayado, repite frases de un país que nadie ve "ni por las tapas".
El invento de Lavagna prende en un sector de la clase media pero se le notan los piolines de Yepeto. Donde andan Duhalde, Barrionuevo y otros amigos de la Embajada de EE.UU, las huellas son detectables.
El Plan Lavagna responde a una transición acolchonada, cuya fin primero y ultimo es asegurar el pago de la deuda descomunal contraída por el experimento Macri; hoy el presidente es un robot desprogramado.
El candidato de los calcetines quiere un operativo clamor y no internas. Una parte del peronismo se lo daría al instante pero sectores del kirchnerismo solamente lo quieren por su sapiencia técnica, pero rechazan ese rol de Caballo de Troya que pretenden los mandantes externos. Es la Argentina que no quiere volver a ser ultrajada por el totalitarismo económico y financiero mundial.
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