3/25/2020

Las desigualdades en EE.UU. propician la propagación acelerada del virus

Robot desifectante en un hospital de China


Las medidas que tomó China compraron semanas preciosas para el resto del mundo para prepararse ante un virus altamente contagioso, pero los países desarrollados que podían permitirse hacerlo, no lo hicieron desoyendo las advertencias de la mismísima OMS. Los países ricos de la Unión Europea pudieron haber tomado medidas preventivas, como aprovisionarse con tiempo de equipos protectores para el personal médico, mascarillas para la población que debe salir a la calle (en lugar de mentir a los ciudadanos, diciendo que no son necesarias y desaconsejar su uso, cuando es una medida básica aconsejada por los médicos chinos que combatieron la epidemia en Wuhan), de antivirales (por lo menos de Interferón cuya eficacia se comprobó en China) y tener un plan preparado para poner la maquinaria de la industria hoy parada (por ejemplo la automotriz en España) a fabricar respiradores y sus tubos de recambio de un solo uso, y a producir los insumos de protección para el personal sanitario. Y no digamos ya, desinfectar desde hace semanas todos los espacios públicos intensivamente, por lo menos en las grandes ciudades. En lo que sí invirtió la Unión Europea una gran cantidad de energía y tiempo, obedeciendo la voz de su amo estadounidense, fue en cargar contra China a diario por la cuarentena “antidemocrática”, y sintiéndose a salvo “porque nosotros no comemos pangolín”, “sólo se mueren los viejos, y que ya están muy enfermos”, “la gripe estacional mata más gente y nadie se preocupa”, etc . Medios patrios de la prensa corporativa, pretendiendo señalar que China es un país que vive poco menos que en la miseria, escribían en los primeros días del brote de Wuhan “no tienen ni mascarillas para los médicos”. ¡Qué ironía!, ¿verdad? ¿Quién es el que no tiene mascarillas -ni nada- ahora para proteger a sus médicos y eso, sin que la situación los haya tomado por sorpresa como sucedió en Wuhan? A pesar de estas evidencias, aun hay medios occidentales que siguen clamando “esto ha pasado porque China tardó dos semanas en avisar que había una nueva neumonía”, pero en su momento cargaron contra la OMS por alertar de la gravedad de lo que se nos venía encima, y abundaban las caricaturas que representaban al presidente de China montado a caballo sobre el director de la OMS, queriendo decir que esta institución era un títere del gobierno chino. Los columnistas más fieles a la voz de la antigua potencia hegemónica se frotaban la manos escribiendo “la epidemia hará caer el sistema de gobierno de China cuando se amontonen los muertos y la prosperidad se hunda”. Pero resulta que es en países europeos donde la tasa de mortalidad supera de lejos la de China y la economía nos amenaza con una crisis como la del 2008 (que todavía no se había superado).Y lo que veremos en EEUU será de dimensiones mucho mayores a las que estamos viendo en Italia y España. Si aplicamos a Occidente los pronósticos que se hacían para China en una hipotética situación de fracaso en el control de la epidemia, da por resultado que va a caer el sistema de gobernanza de Occidente o al menos se va a modificar profudamente. De todos modos, aunque esto no pasara, lo que sí ha cambiado es la geopolítica mundial: nadie ya pondrá en duda que China es la primera potencia del mundo. La realidad ha vencido al relato que crean los medios de la prensa corporativa, especialistas en crear tigres de papel.

La epidemia revela el verdadero carácter de los países

El virus, capaz de causar neumonía grave entre las personas infectadas, causó estragos en Wuhan, provincia de Hubei, y desde entonces se ha propagado a un ritmo alarmante. En la actualidad, miles han muerto y decenas de miles han sido infectados en docenas de países, lo que llevó a la Organización Mundial de la Salud a declarar oficialmente el estado de pandemia.

A medida que aumenta el número de infectados, se amplía el cuestionamiento a los sistemas de gobernanza en todo el mundo. Uno puede examinar las respuestas de dos países, por ejemplo, y revelar mucho más sobre estos lugares que sus filosofías sobre el manejo de la crisis: podemos profundizar aún más y conocer sus valores fundamentales.

Sin embargo, seamos honestos. Cuando se trata de análisis sobre el terreno hay mucho que ver. Por poner un ejemplo, en Estados Unidos , sólo a unos pocos miles de personas se les ha hecho la prueba de laboratorio para detectar el virus, y miles más están atrapados en largas colas esperándola o han sido enviados a casa a pesar de mostrar síntomas reveladores. Recuerdo que China puede evaluar a 1,6 millones de personas cada semana, según un cálculo de la OMS.

En EEUU las desigualdades contribuyen a la propagación del virus
Sólo con este punto, debería quedar claro que Estados Unidos no está equipado para hacer frente a una crisis de esta magnitud. Pero la epidemia también está dejando al descubierto las deficiencias y desigualdades que han afectado al país durante décadas: las deficiencias inherentes de un sistema que prioriza el beneficio privado sobre la salud pública. Estas deficiencias exacerban la propagación de un virus potencialmente mortal en un número casi infinito de formas.

Sin atención médica gratuita

Las compañías de seguros de salud han dicho que cubrirán los costos de las pruebas, pero no el tratamiento, una solución inadecuada si alguna vez hubo una. ¿Por qué alguien que está enfermo pasaría una prueba si sabe que no puede permitirse el lujo de mejorar? Esto ni siquiera incluye a los millones de personas en los Estados Unidos sin ningún seguro. El consejo para ellos parece estar limitado a la “buena suerte”.

Las aseguradoras y los proveedores de atención médica deben verse obligados a renunciar a la búsqueda de ganancias y dar tratamiento a todos los que lo necesiten sin costo alguno. La cobertura total y universal es la única forma en que las personas se sentirán seguras al ir al hospital, y eso es lo que se necesitará para erradicar la enfermedad.

Sin licencia remunerada por enfermedad

Por muy mala que sea la situación de la atención médica, los problemas no terminan ahí. Sin una política de licencia por enfermedad remunerada y el Congreso discutiendo sobre el proyecto de ley que la proporcionaría, millones de trabajadores no tendrán más remedio que ir a sus trabajos incluso si muestran síntomas. Las profesiones que rutinariamente niegan beneficios son, en una terrible ironía, a menudo las que involucran el mayor contacto humano. Los empleados de la industria de servicios, con facturas por pagar y sin la seguridad financiera para quedarse en casa, se convertirán en vectores de enfermedades.

Sin escuelas abiertas, niños y adolescentes perderán su comida diaria

El lugar de trabajo no es el único punto crítico para esta epidemia. Las escuelas y universidades, con apenas una palabra de advertencia, están cerrando sus puertas. Los estudiantes empobrecidos en los EEUU dependen de las escuelas primarias y secundarias para tener una comida gratis, y de estos muchos están clasificados como personas sin hogar, más de 100.000 sólo en la ciudad de Nueva York. Sin un plan para cubrir este déficit, innumerables niños pasarán hambre.

Esudiantes universitarios becados sin dinero para regresar a sus domicilios

A los estudiantes universitarios que residen en los campus de las universidades no se les permite quedarse en sus viviendas y deben regresar a sus hogares, pero muchos no tienen los medios para llegar allí. La Universidad de Harvard, esa institución venerable con una dotación de 38 mil millones, ha vaciado sus dormitorios y ha forzado a los estudiantes universitarios que estudian con becas a recurrir a ex alumnos y redes estudiantiles para cubrir los costos de reubicación y reubicación. Supongo que es “imposible” que algunos de esos miles de millones se usaran para proporcionar un techo sobre las cabezas de sus estudiantes.

En las cárceles no hay jabón ni desinfectante para los reclusos

Esto es sólo una muestra de los efectos colaterales de la pandemia que estamos viendo suceder en tiempo real. Hay poblaciones de cárceles y prisiones que son extremadamente vulnerables a un brote, ya que algunas instalaciones sobrecargadas ni siquiera proporcionan jabón o desinfectante para manos a los reclusos.

Si las personas que están enfermas o que no pueden ir a trabajar no pagan las facturas de servicios públicos, los cortes de electricidad generalizados provocarán una mayor miseria y la muerte. La lista de desgracias puede ser mucho más larga.

Las medidas de China

Pero no tiene por qué ser así. Tenemos un excelente ejemplo del enfoque correcto para una epidemia de este tamaño y escala. China reaccionó rápida y decisivamente una vez que la gravedad de la situación se hizo evidente.

Las pruebas y el tratamiento se hicieron gratuitos, y se construyeron nuevos hospitales temporales en un tiempo récord en puntos críticos de epidemia.

Los servicios de electricidad, conexión inalámbrica y calefacción se comprometieron a no cortar a los clientes por falta de pago.

Las industrias estatales redirigieron la producción hacia bienes esenciales y suministros médicos. Los trabajadores que podían hacer su trabajo desde casa y los empleados de servicios se redirigieron a industrias paralelas como la entrega de mercancías a domicilio de la personas en confinamiento para mantener el nivel de empleo y los ingresos de los trabajadores.

En ningún momento fueron difíciles las necesidades diarias, incluso el papel higiénico se podía conseguir.

La combinación de distanciamiento social masivo y cuarentena centralizada para pacientes confirmados ha sofocado efectivamente la epidemia en el lugar más afectado.

Las medidas que tomó China compraron semanas preciosas para el resto del mundo para prepararse para la inevitable propagación de un virus altamente contagioso. Trágicamente, muchos países ignoraron la advertencia y, en cambio, pasaron ese tiempo criticando a China por lo que calificaron de una respuesta “autoritaria”. Los comentaristas salivaron ante la perspectiva de un colapso de la economía del país en lugar de preguntar qué se podría aprender de su experiencia con el virus. Pero eso es de esperarse. En la imaginación capitalista, la competencia despiadada tiene prioridad sobre la cooperación y la solidaridad.

Lo más perturbador sobre el manejo resbaloso del brote en los Estados Unidos es el hecho de que los responsables no serán los que sufran por él. Son ricos y poderosos. Disfrutan de una atención médica de primer nivel y pueden aislarse en cualquier momento sin preocuparse por sus necesidades materiales. Son las personas pobres y trabajadoras las que soportarán la peor parte de esta crisis en salarios perdidos y empleos, en facturas médicas escandalosas, en familiares y amigos que no sobreviven.

La pandemia está revelando la verdadera naturaleza de los sistemas económicos del mundo. Algunos han demostrado que valoran la salud y la vida humana por encima de todo. Otros, al parecer, encuentran la muerte demasiado rentable para hacer cambios significativos.

En las próximas semanas veremos el costo humano de ese cruel cálculo moral. Sin el apoyo de instituciones en las que se puede confiar en tiempos de crisis, la gente de los Estados Unidos tendrá que unirse y resolver estos problemas por sí mismos.

Fuente: Revuelta Global

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