Por Diego Bogarín
Varios miles de docentes marcharon el pasado jueves 23 de mayo por el centro de Posadas y llegaron, desde el acampe y bajo lluvia, a la Cámara de Representantes de Misiones. En el lugar, unas vallas amuradas esa mañana intentaron frenar la marea docente, pero como los hierros ceden al fuego, la protesta las traspasó sin mayor esfuerzo.
Escondido entre las sombras de las columnas del acceso, aguardaba un equipo antimotines de fuerzas provinciales y federales (para justificar algún uso del Comité de Crisis declarado hace una semana por el ministerio de gobierNO). Los primeros golpes los recibió Zulma, una docente que convirtió ese espacio en un aula abierta y se puso a dar lecciones de dignidad poniendo el cuerpo para defender la lucha por un salario digno.
Los Honorables no estaban adentro de la Legislatura, estaban afuera. Hay un video que registra la secuencia con un plano cenital y desde una altura considerable, tal vez desde un segundo piso. Y parece que hasta la gente que está cerca, en ese balcón, se conmueve. Pero no se deje engañar ni conmover. Otra foto, desde afuera, completa el cuadro. Los trajeados que parecen mirar al pueblo desde los balcones, apenas hacen lo que hace cualquier pez para pasear por su pecera. O sea, nada. De una punta a la otra, nada.
Pero además, si acudimos a lo que la física nos enseña (eso de que un espejo es un reflector de ondas y devuelve lo que se encuentra del lado que hay una mayor cantidad de luz), podríamos llegar fácilmente a concluir que los trajeados no estaban mirando a la calle: estaban atendiendo los reflejos que esas ventanas les devolvían. No se los pregunté, porque lo van a negar, y aunque no tengo certezas, tampoco tengo dudas: los que miran desde arriba, solamente saben mirarse a sí mismos.
*Debo agradecerle la fotogrfía a Marcos Mattos. | IG @marcosumattos