2/23/2021

“El príncipe” de Maquiavelo: marco histórico y análisis del tratado

“El príncipe” es un tratado político del jurista y diplomático florentino Nicolás Maquiavelo, escrito en 1513 se desarrolla como una guía práctica de gobierno sobre un principado. El texto es escrito desde prisión y dedicado a Lorenzo II de Médici, Señor de Florencia.

Marco histórico
Maquiavelo es funcionario gracias a su formación como jurista en la “República de los Diez” de Florencia, es importante considerar el contexto histórico en el que escribe sus obras. Las ciudades-estado de la península itálica se encontraban enfrentadas entre sí en una fragmentación de poder que resultaba en la puja entre diferentes reinos, repúblicas y los Estados Pontificios.

La República de Florencia, establecida en 1115 y manteniéndose hasta el 1533 d.C. era, para mediados del siglo XIV, el principal centro financiero e industrial de Europa. Su sistema bancario de créditos fue el escenario en el que se desarrolla el primer esquema capitalista, la ciudad fue la primera en acuñar monedas de oro y es el primer momento histórico en el que el ascenso social es posible para los particulares por medio de las prácticas de mercado.
El tratado es dedicado, a modo de instructivo práctico, a Lorenzo II de Medici, nieto de Lorenzo el Magnífico. La familia Medici logró una fortuna personal a partir de la actividad bancaria en el siglo XIV y forjó un poder político en Florencia como ningún otra. De hecho, Lorenzo II fue el quinto Medici en gobernar la ciudad y 3 miembros de la familia fueron Papas en el siglo XVI.
La Florencia que vio nacer a Nicolás Maquiavelo fue transformada profundamente con las llegada de los Medici al poder. Esta familia es considerada históricamente como el motor del renacimiento italiano; utilizaron la fortuna generada con la actividad bancaria para financiar a los principales artistas de este periodo histórico. Con el tiempo, su capital financiero y artístico impulsaron la consolidación de su capital político en Florencia y su proyección en Roma. Esta ascendencia social de una familia sin títulos nobiliarios sólo pudo ser posible gracias a la aparición de los primeros esquemas capitalistas mencionados anteriormente.

Este trabajo de Maquiavelo es considerado bisagra en varios aspectos. En primer lugar, comprende los inicios de la modernidad y es considerado un claro exponente de los inicios de la filosofía política dirigida al estudio del poder y su manipulación, dejando de lado los preceptos éticos y morales que dominaban desde la filosofía escolástica durante -y luego de- la Edad Media. También es mencionado como uno de los primeros tratados a favor de una unificación italiana, además de continuar con la tradición iniciada con la Divina Comedia de dejar atrás el latín y expresar los trabajos en italiano vernáculo.
Lo conciso de “El Príncipe” se contrapone con la extensión de los “Discursos sobre la primera década de Tito Livio”, el tratado en el que Maquiavelo analiza e intenta explicar la estructura y los beneficios del gobierno republicano, una forma de gobierno fundada en el consenso y control popular. Al comienzo del tratado el autor indica que “Cuantos Estados y cuantas dominaciones ejercieron y ejercen todavía una autoridad soberana sobre los hombres, fueron y son principados o repúblicas” (Maquiavelo, 1513), dando una de las primeras definiciones modernas de Estado y clasificándolos en aquellas dos categorías.

Desarrollo del tratado
Nicolás deja en claro durante todo su trabajo su preferencia por las repúblicas y sus equilibrios internos, inspirado en el modelo de la República Romana y habiendo vivido gran parte de su vida bajo el régimen republicano de Florencia. Pero admite que cada territorio, con su desarrollo histórico específico, podría desencadenar en un Principado y que esa dominación sería tan legítima como la otra.
En “El Príncipe” está dividido en capítulos cortos en los que se hace una reseña histórica sobre los diferentes gobernantes que estudió Maquiavelo, analizando cada aspecto de los principados e intenta dirimir qué prácticas son positivas y cuáles son negativas en el proceso de consolidación de poder del gobernante. En el primer capítulo indica que los principados pueden ser de dos tipos: hereditarios o nuevos, indicando que también hay tipos mixtos entre estas dos clases.
Maquiavelo expone detalladamente la forma en que el gobernante debe hacer frente a las diferentes situaciones o circunstancias que se le presenten, y establece que el principal fin de la práctica política es conservar exitosamente el poder. Aquí es donde se distancia de los tratados políticos de la antigüedad, los cuales estaban guiados por preceptos morales e idealizaciones de los gobiernos. Esta postura de Nicolás Maquiavelo define su realismo conductual: una concepción pesimista del hombre que define el “olvido de Sócrates” a través del cual, la leyes morales son quitadas del campo público-político.
Contrario al realismo de Aristóteles, el realismo de Maquiavelo propone una naturaleza inmutable del hombre que tiende más hacia el mal que hacia el bien. Y a partir de aquella naturaleza inmutable plantea que se deben conocer los procesos históricos para acertar en la búsqueda de sumar y mantener el poder. Al hablar de los territorios recién adquiridos recomienda, pragmáticamente, acabar con el linaje que gobernaba anteriormente y no modificar las leyes para no generar el descontento de la nueva población.
Si bien la primera parte del tratado se dedica específicamente a los diferentes tipos de Principados, refiriéndose a los dominios que se iban estableciendo en Europa a a salida de la Edad Media y a la entrada de la modernidad, gran parte del pensamiento de Nicolás puede adaptarse a las prácticas de poder actuales. Durante todo el trabajo, Maquiavelo indica que la principal herramienta de un príncipe es su ejército, debido al periodo belicoso en el que le toca escribir, pero muchas de las enseñanzas del tratado pueden actualizarse al pensar los preceptos en términos de lo que actualmente llamamos “capital político”, dejando de lado las armas, que de igual manera representan uno de los centros gravitacionales de la repartición mundial de poder hasta nuestros días.
Existen claros indicadores de este “realismo político” durante todo el tratado. Al final del capítulo III el autor indica que “el que ayuda a otro a hacerse poderoso provoca su propia ruina”. Avanzando, en el capítulo siguiente Maquiavelo expone que existen dos formas de gobernar los principados: por un gobernante asistido por súbditos o por un gobernante asistido por barones. Aquí, tras realizar un largo recorrido histórico en el que analiza la suerte del Imperio Alejandrino, da la pauta de que los gobernantes que se rodean y comparten su poder con otras figuras influyentes pueden llegar a ser debilitados por esta circunstancia. Pero compara además el Reino Francés con el Sultanato Turco de la época indicando como la distribución de poder tan centralizada en el segundo podía llegar a significar una debilidad y una ruptura asegurada del régimen en caso de perder al gobernante y única cima de la jerarquía política.
Llegando al capítulo VII del tratado Maquiavelo deja ver su concepción del Estado como una “producción de la naturaleza”, es decir que considera la organización y dominación territorial de una población como el desenlace natural de la vida social del hombre.
Más adelante, en el capítulo VIII deja clara otra de sus posturas características al indicar que existe “un buen y un mal uso” de la traición y la crueldad. Explica que el “bueno uso” es “el que se ejerce con brusquedad, de una vez y únicamente por la necesidad de proveer a la seguridad propia, tratando de encaminarnos cuanto sea posible a la mayor utilidad de los gobernados” y que los actos de severidad mal usados “son aquellos que, pocos al principio, van aumentando y se multiplican de día en día, en vez de disminuirse y de atenerse a su primitiva finalidad”. Como cierre del capítulo, indica otra máxima clásica maquiavélica: “Los actos de crueldad han de ejecutarse todos juntos porque ofenden menos si es menor el tiempo que se tarda en pensarlos; los beneficios, en cambio, han de hacerse poco a poco, con el fin de que haya lugar para saborearlos mejor”. Un precepto que sin duda se podría proyectar a la práctica política actual.
Luego, Maquiavelo da cuenta de la composición de todas las ciudades: indica que existen dos inclinaciones diversas, una que proviene del pueblo y que decide no ser dominado y oprimido por “los grandes”; y la que proviene de los grandes, que desean dominar y oprimir al pueblo. Aquí es donde se encuentra una de las definiciones más novedosas del florentino, fuertemente marcada por el incipiente capitalismo mercantil y financiero que se desarrollaba su ciudad, definió a aquellos poderosos como “los grandes”, debido a que los títulos nobiliarios ya no eran los únicos que definen los esquemas de poder y el capital económico (traducido, principalmente en ejércitos para aquella época) empezaba a funcionar como un instrumento de movilidad social y política. Durante el desarrollo del tratado se indicará en repetidas ocasiones que es necesario contentar al pueblo (por su tamaño) si existe algún deseo de mantener la posesión sobre los dominios.
El capítulo XI trata sobre el poder de los Estados Pontificios y de los principados eclesiásticos en la época en la que escribe Maquiavelo. El centro de la península itálica era posesión total del Papa y Maquiavelo escribe el tratado al momento de la asunción de León X, el primer Medici en gobernar sobre Roma. Principalmente hace elogios a la política expansionista de Alejandro VI y al asentamiento del catolicismo en el eje de poder europeo, pero no alcanza a considerar a la reforma protestante como un evento que pudiese debilitar su gravitación, debido a lo reciente del hecho, probablemente.
A lo largo de todo el tratado, Maquiavelo marca la importancia de uno de los rasgos constitutivos del Estado moderno: la necesidad de un ejército permanente que defienda los intereses del Príncipe. Con clara influencia de lo acontecido en la Guerra de los 100 años entre Francia e Inglaterra y habiendo vivido el desequilibrio de la península itálica bajo la imperancia de los ejércitos mercenarios acaba por definir que el sabio “recurrirá a sus propias armas, prefiriendo perder con ellas que ganar con las ajenas”. Nicolás indica que hay dos fundamentos para todos los Estados: las armas y las leyes; como -según él- no saldrán malas leyes de buenas armas, se limita a analizar solamente las armas.
Ya en el capítulo XIV Maquiavelo indica que la única preocupación y preparación de un príncipe, el único arte que debe cultivar es el de la disciplina y el orden en sus ejércitos. Recomienda además, al gobernante, ejercitar su espíritu conociendo la historia. Parece necesario considerar que en la actualidad, y durante la historia de la humanidad, las potencias militares suelen ser los hegemones del sistema. Pero Maquiavelo estaba haciendo un análisis acotado del contexto europeo y de la distribución del poder, con lo que se puede inferir que la recomendación real es mantener el orden y la disciplina en “los propios”, sean soldados o funcionarios.
El capítulo XV se titula “De las cosas por las que los hombres, y especialmente los príncipes, son alabados o censurados”, es un apartado en el que queda de manifiesto el realismo gnoseológico y se enfrenta abiertamente contra el realismo aristotélico, más descriptivo y enfocado desde el “deber ser”. Maquiavelo indica que es “más conducente seguir en el asunto la verdad real y no los desvaríos de la imaginación, porque muchos concibieron repúblicas y principados que jamás vieron y que solo existían en su fantasía acalorada”, en clara oposición a los tipos ideales de gobierno descritos en la Antigüedad, el florentino aplica el naciente empirismo para estudiar el “ser” del Estado y no su “deber ser”.
Incluso, al aconsejar dice que “es necesario que un príncipe que desee mantenerse en su reino aprenda a no ser bueno en ciertos casos y a servirse o no servirse de su bondad según las circunstancias lo exijan”. Esto implica una postura que deja atrás los preceptos morales, como se dijo anteriormente, enfocándose plenamente en las acciones que le permitan al gobernante obtener y mantener su poder. Es decir, a partir de esta obra se deja atrás el objetivo del “bien común” y el Estado pasa a ser una herramienta de poder. El paso de la filosofía política (del “deber ser”) a la moderna e incipiente ciencia política (del “ser”).
En esta línea lo que se debe evitar ya no es el vicio, sino la infamia que provoca el vicio. Existen actos que podrían catalogarse como “malos” éticamente pero que aumentan la seguridad y el bienestar tanto del príncipe como de sus dominios. Mientras que otros que podrían catalogarse como “buenos”, como la clemencia, podrían llevar a la ruina al gobernante si pierde su centro de poder. Debido a la concepción egoísta del hombre expuesta por Maquiavelo indica que el partido más seguro para el príncipe es ser temido, antes que amado, pero no odiado, ya que el apoyo del pueblo es una de las fortalezas principales del gobernante.
Avanzando sobre el capítulo XVIII, el tratado indica que un príncipe tiene dos recursos para defenderse: la ley y la fuerza. El primero: propio de los hombres; el segundo: de los animales. Aprovechando las figuras de los animales en la política, Maquiavelo indica que es necesario ser león y zorro al gobernar: león para espantar a los lobos y zorro para conocer las trampas y actuar con astucia. Recomienda además que lo ideal es que el príncipe posea ambas virtudes, pero si no lo hace: que aparente poseerlas. Mientras que la fuerza del león puede considerarse como un mecanismo de poder duro y se ve reflejado -en aquella época- en un ejército fuerte, la astucia del zorro debe permitir tomar giros y variaciones racionales con respecto a los cambios en su fortuna. El príncipe debe actuar siempre para mantener su poder y acrecentarlo.
Al referirse posteriormente a las conspiraciones retorna a la necesidad de no ser odiado por el pueblo, e indica que “difícilmente se conspira contra el que goza de mucha estimación”. También declara que existen dos peligros: una rebelión interior o un ataque de una potencia vecina. Pero aclara que el factor principal debe ser contentar al pueblo y no descontentar a los nobles para lograr un equilibrio interno que permita contener cualquier ataque externo. “Los príncipes deben dejar a otros la disposición de las cosas odiosas y reservarse a sí mismo las de gracia”, otra figura que podría trasladarse a la actualidad al hablar de “fusibles políticos” en los gobiernos de hoy.
En el capítulo XX encontramos otro precepto con notable vigencia: “un príncipe sabio debe, siempre que le sea posible, procurarse con arte algún enemigo, para que, atacándole y reprimiéndole, provoque un aumento de su propia grandeza”. Aunque es claro que Maquiavelo no pensaba en divisiones internas dentro del propio Estado, la identificación de adversarios generalmente es la mejor forma de auto-definición a partir de las antítesis. Internamente, mantiene que la mejor fortaleza para un gobernante frente a los peligros externos es el amor y el apoyo que supo acumular en su pueblo.
Continuando con la consigna de lograr el aprecio de los súbditos, Maquiavelo incursiona en otra de las novedades del Estado moderno que veía nacer: los tributos. Consigna que dentro de la ciudad se debe estimular el ejercicio pacífico de profesiones y oficios para lograr tanto el enriquecimiento particular como fomentar el del gobierno por medio de los impuestos. También indica que es necesario para el mandatario mantener reuniones periódicas con los gremios de la ciudad y con las diferentes corporaciones para demostrar el apoyo a las diferentes actividades comerciales. Una postura clara a favor del capitalismo mercantil que se había gestado en aquella época en Florencia.
Al referirse a los ministros o funcionarios del gobernante aclara que “el primer juicio que formamos sobre un príncipe y sobre sus dotes espirituales no es más que una conjetura, pero lleva siempre por base la reputación de los hombres de que se rodea”. Los buenos funcionarios deben ser mantenidos a un lado del gobernante y se debe huir de los aduladores que puedan nublar el juicio del príncipe con sus halagos mientras niegan una realidad que podría disminuir el capital político del príncipe. El gobernante debe elegir un grupo de consejeros que le digan la verdad sobre los asuntos aunque esta sea contraria al pensamiento o accionar propio.
Finalizando el tratado, Maquiavelo indica que “la fortuna es árbitro de la mitad de nuestras acciones, pero también nos deja gobernar la otra mitad, o, al menos, una buena parte de ellas”. Compara a la fortuna con un río que puede desbordarse y causar desastres, pero con la preparación suficiente se pueden llevar a cabo acciones preventivas que impidan los desastres que un giro fortuito podría acarrear.
El cierre del tratado se titula “Exhortación para liberar a Italia de los bárbaros” y es un capítulo referido especialmente a la familia de los Medici, a través de Lorenzo II deseaba alentar al Papa León X (también de aquella familia) a tomar el control de la península basándose en ejércitos italianos y dejando atrás las prácticas de contratación de mercenarios. Es por esto y por el desarrollo del escrito que se dice que Nicolás Maquiavelo fue uno de los primeros pensadores de la unificación italiana.

Conclusiones
“El Príncipe” constituye, por todo lo antes mencionado, una revolución en el pensamiento político y la incorporación de la estrategia tanto para la guerra como para los equilibrios de poder dentro de los Estados modernos que se iban gestando en Europa. Es un cambio de paradigma rotundo que, si bien se desprende del Renacimiento, marca claras diferencias con la teoría política antigua. Logra de esta forma el cambio conceptual necesario y establece las categorías analíticas necesarias para el estudio de las nuevas entidades que surgieron luego de la caída del régimen y de la distribución feudal del poder.
Su realismo práctico y el empirismo con el que describe las categorías humanas y sociales de su época y de los tiempos anteriores permite comprender la verdadera evolución de los centros de poder. El logro que significó el “olvido de Sócrates” para la ciencia política permitió la autonomía de esta rama científica al identificar el objeto de estudio -por primera vez en la historia- en las relaciones de poder entre los gobernantes, tanto entre ellos como para con sus pueblos. Define el poder tanto en términos horizontales como verticales y define a ambas categorías como necesarias para lograr los fines del Estado: definido con una tendencia iusnaturalista dice que es una construcción natural que parte de las predisposiciones sociales humanas, pero las tendencias egoístas humanas reclaman que la práctica de conservación y aumento del poder se rijan por sus propias reglas específicas, descritas a la perfección en el trabajo.
Muchas de las categorías establecidas por Maquiavelo a principios del siglo XVI pueden pensarse fácilmente en actores y eventos actuales que siguen describiendo las fluctuaciones del poder a partir de la territorialidad de los Estados y la preponderancia de los gobernantes, es por eso que la obra se mantiene tan vigente aún en tiempos en los que, cuantitativamente, las Repúblicas han superado a las Monarquías. La maquinaria de poder sigue funcionando de manera similar desde que aparece la figura del capitalismo en Europa, y al mantenerse hasta nuestros días -con sus respectivos retoques- esta estructura, los planteos de Nicolás pueden aplicarse perfectamente a la política actual.











---

0 Comentarios:

Publicar un comentario

Opine Libremente pero Evite Insultos.

El Vecinal TV

Lo Mas Leido

Radio Vecinal On Line

Guía Digital