El ensayo imperial con la Argentina no ha terminado.
Cesión de territorios en canje de deuda
El debilitamiento de los estados nacionales para reforzar la supremacía del poder financiero internacional es una premisa del Nuevo Orden Mundial que se verifica en diferentes escenarios del mundo. En este contexto, la Patagonia aparece como una prenda de cambio perfecta para “rescatar” a la Argentina de otra “crisis”.
En los años turbulentos del 2001, cuando Argentina cayó en cesación de pagos, la prensa global llegó a sugerir que la Patagonia, inmensamente rica en recursos, fuera separada del resto del país para servir de mecanismo de pago de la deuda en default. Años después el profesor de Harvard Richard N. Cooper, escribió una propuesta en consonancia con el pensamiento de Anne Krueger (entonces titular del FMI] para someter a las naciones endeudadas a procesos de quiebra con el fin de que los activos sean liquidados y los ingresos resultantes distribuidos entre sus acreedores, bajo la guía de un tribunal global.[7]
La Patagonia argentina ya es un territorio internacionalizado. La compra masiva de tierras por parte de extranjeros en Argentina, que lleva décadas, había sido reglamentada en 2011 por el Congreso, disponiendo un límite del 15 por ciento de las tierras cultivables del territorio nacional, y hasta 1000 hectáreas por persona.[8] La administración colonial de Macri, por decreto, eliminó estas restricciones, y el proceso de adquisición masiva de tierras se profundizó. Ya hay extensos territorios en el sur argentino que funcionan como micro estados, con su propia red de carreteras, pistas de aterrizaje, fuerzas de seguridad y fuentes de energía, como las propiedades del magnate británico Joe Lewis. [9]
La entrega de tierras patagónicas a cambio de asientos contables que alivien la artificial deuda argentina podría efectuarse sin necesidad de una partición formal del Estado, o de una “declaración de independencia” de un grupo de colonos. El “negocio” de la Argentina podría disfrazarse mediante la cesión de tierras a ONGs o poderes privados que administren un territorio bajo la modalidad que Boaventura de Souza Santos denomina “nuevo gobierno indirecto”: el Estado se retira de la regulación social y poderosos actores no-estatales obtienen control sobre las vidas y bienestar de vastas poblaciones, la tierra, el agua potable, las semillas y los bosques. [10]
El ”negocio” para el Tesoro nacional podría ser presentado bajo la forma de la cesión de territorios diminutos. Sin embargo, siempre existirá el potencial de que sean expandidos de facto mediante la ocupación progresiva o la guerra. Hace falta señalar que, a la par de políticas de desguace y debilitamiento del Ejército argentino,[11] la administración colonial de Macri ha autorizado el ingreso de tropas extranjeras y la instalación de una base estadounidense en Neuquén, a las puertas de la Patagonia. En alianza con el Ejército británico en Malvinas, la zona aparece bajo estrecho control extranjero.[12]
Una sociedad dividida y sumida en penurias, un ejército nacional sin capacidad operativa y un proceso de infiltración de capitales y elementos militares extranjeros, parecen la antesala perfecta de eventos en los que Argentina pierda parte de su integridad territorial. Referencias oficiales no faltan: el rabino Sergio Bergman, ministro de Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable, ha profetizado hace pocos meses que la Patagonia, como “tierra prometida, debe ser partida y repartida”. (Contrainfo)
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