Las organizaciones sociales son la reserva del peronismo.

Las organizaciones sociales son la reserva moral del peronismo. Simplemente porque ya no queda espacio de construcción de políticas activas sin las condicionalidades de los sistemas corporativos que orbitan alrededor de los partidos. 

De hecho, el grueso de la militancia de los dispositivos sociales, tiene origen ideológico en el peronismo, ya por herencia intergeneracional, por imantación histórica o ser los enclaves surgidos en las crisis donde se pudo refugiar la densidad de excluidos del sistema capitalista, ultracapitalista y post capitalista. 

Los últimos cuarenta años han sido feroces con un capitalismo desaforado, (neo liberalismo) voraz en dentelladas sobre los países colonizados por el modelo supremacista de occidente. Los pueblos fueron fagocitados en sus valores y sensibilidades nacionales. Las democracias continentales vaciadas de sentido, con la pantomima de un destino no elegido por las mayorías. 

Los poderes cooptados por las élites mundiales, como tentáculos, quitaron a los pueblos sus tradiciones, despoblaron los suelos de gente y de naturaleza, con la única fijación en la extracción de sus recursos naturales. 

Vale mencionar este contexto para interpretar porqué las organizaciones sociales son el último bastión de defensa de la cultura popular volcada en soberanía alimentaria, productiva y existencial, aunque el debate hacia adentro de las corrientes se haya supeditado - por ahora - a meros asuntos de supervivencia en el presente. 

Los pueblos no han tenido respiro; han permanecido como David contra Goliat, luchando en las calles por la mera subsistencia. Su rol circunscripto a básicos reclamos de recursos para sostener esa contrahegemonía y evitar que los dueños del mundo, en términos de medios de comunicación, farmaceútica, finanzas, armas, germoplasmas, se lleven todo por delante. 

Uno de los problemas a superar es el atavío ideológico  de las izquierdas post Muro de Berlín - que son vocacionales aliadas de aquellos que oprimen a los pueblos, volviéndose un mero sparring colaboracionista en favor de las élites que dicen contrarrestar. 

Las izquierdas que llegan al poder - por razones impensadas o vientos de época - rápidamente giran sus veletas al soplar de los poderes concentrados en burguesías trasnacionalizadas, porque las circunstancias - al decir de Maquiavelo - se basan en la suerte o la buena fortuna más que en las fortalezas de sus convicciones. 

El restablecimiento de la "ideología nacional y popular", que haga posible que los gobiernos se parezcan a los pueblos, es un largo camino, trabajoso, que se remite a la necesidad de volver al debate en unidades básicas o comités, para aquellas corrientes reformistas. No como partidos políticos estructurales sino como reservas de pensamiento. 

Paliar el hambre físico es propio de la urgencia de la hora. Ese plan macabro de las élites de zombificar, fenecer por ataques biológicos y económicos masivos, no es otra cosa que la consumación de proféticas palabras escritas en las enseñanzas de Perón. 

Un detalle muy importante interpela a los dirigentes. El deponer egolatría, el abrir el juego, preparar el terreno para que nazcan las ideas de esa duramadre prolífica que es el peronismo. 

La desnutrición cultural, el derrumbe de la educación, la familia, la producción nacionalista, desde los alimentos hasta los fierros, es el propósito final de los poderosos - propios y ajenos - que conciben y han programado un planeta para pocos. 

Debatir esta locura contínua que sufren los pueblos - y entre ellos, la Argentina - es posible con la doctrina de justicia social aprehendida en largos años de lucha, persecución y fatalidad acaecida en el seno del peronismo. 

Los argentinos tenemos la suerte de tener un eje, un palo mayor donde asirnos para reencontrar la brújula. Cada vez que nos alejemos de esas herramientas conceptuales, deviene la desorientación histórica, el caos y la caída. 

Alcides Cruz

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