12/08/2023

Garupá. Inundación en el barrio La Tablada. Secuelas de un olvido crónico

La imaginación descriptiva de una niña de 8 años nos pinta el drama: "la casa se estaba hundiendo"; así la criatura miraba como el agua se elevaba contra las paredes. 




Otras dos niñas solas en su casilla esperando a la madre que vuelva del trabajo cuentan cómo la heladera se llenaba por dentro. Por milagro no se electrocutó nadie. A una cuadra un anciano enfermo permaneció acostado sobre un colchón empapado hasta que llegó la ambulancia a rescatarlo.  La correntada trae serpientes, alimañas y lleva lo poco que los humildes consiguieron juntar. 

La máquina retroexcavadora abrió zanjeos tardíos para que el anegamiento se vaya por donde sea. La nada misma es el cauce en la inundación. 

Después apareció el relevamiento municipal. Desparejo según los testigos. Funcionarios que hacen cateo de colchones y sentencian quien recibe algo parecido a una esponja forrada. Promesas. Aceite mezcla con soja, sal gruesa, un paquete de fideos, una leche en polvo, porotos negros...




El barrio La Tablada quizás haya empezado como un asentamiento alrededor del viejo matadero municipal. Algunas familias que trabajaron en sus corrales todavía sobreviven en hijos y nietos que pueden confirmar el letargo o el olvido de ese puñado de casitas humildes, de maderas apabulladas por calores y lluvias. Las de mampostería son más recientes. 

La Tablada es botón de muestra de las carencias crónicas de Garupá. La sinrazón de un peloteo que va entre las responsabilidades sociales del municipio y las cuestiones catastrales desdibujadas. 

Y así la gente - como en otros barrios - vive colgada de la luz y del agua. Sin calles decentes, sino trillos anchos de piedras, cascotes, bordos de pasto, barro y huellas. Ni siquiera una placita existe donde los niños sepan que tienen un lugar en el mundo. Lo que hay es pedazo de tierra que deja para que los gurises hagan de cuenta que allí comienza su mundo de hamacas pobres. 

La furiosa tormenta puso al desnudo todas las carencias sociales, el estado de fragilidad cotidiana en la que conviven familias que están acostumbradas a periferias humanas. Mal pero acostumbradas o peor aún, mal pero resignadas. 

Alcides Cruz

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La señora Nancy Díaz - que dió su testimonio y me acompañó como cronista por el barrio, es una miembro del Centro Familiar Cristiano que junto con otras vecinas se predispone a recibir la ayuda de toda persona de buen corazón y solidaria para las familias afectadas. 

Colchones, ropa de grandes y chicos, calzados, pañales descartables son las cosas más urgentes. Ruego a todos los que lean y vean esta nota, que la compartan ampliamente con ese noble fin. El celular con Whatsapp para comunicarse para donaciones es: 3764 - 944914

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