"Misionerismo" que le dicen...
¿Acaso es la rémora del capanga y el mensú que, con los mismos métodos pero ya sin látigo, atraviesa el ADN de la población misionera, a tal punto de verse naturalmente acostumbrada al maltrato?
El Grupo Z es un símbolo cultural de la concentración empresarial y la connivencia de los intereses privados imbricados con la política prebendaria.
No asombra el poder implícito que aglutina esa corporación. Leemos que es capaz de hacer callar a los más altos funcionarios de la provincia, a legisladores o concejales que representan el poder de los votos ciudadanos. Nadie se atreve a controlar; ni siquiera la figurativa Subsecretaría de Transportes.
De allí se desprende la intuición de que ese "misionerismo" no es una cuestión de espítualidad provinciana o una reivindicación identitaria sino una axiomática impermeabilizante de los negocios.
El monopolio hace lo que quiere y el pueblo de a pie, lo padece todos los días.
La pandemia del coronavirus rige para todo el mundo menos para el Grupo Z. Las personas siguen viajando apiñadas en las horas pico, no hay protocolo que valga para la sobrecarga de pasajeros; no hay mayor frecuencia por el recorte de unidades en circulación; hay que agradecer que cuelgan algunos rociadores con dudoso desinfectante blanquecino.
El Grupo es renuente a cumplir con las ordenes nacionales de unificar la SUBE y mantiene blindada la recaudación con la "misionerista" SUBE local. Lo conminaron a entrar en la Red desde el Ministerio de Transportes de la Nación, pero un inexplicable lobby tapona la obligación año tras año, desde el 2014 por lo menos.
Y el colmo de la burla es la compra de 250 colectivos por $3.500 millones de pesos para el conglomerado operativo en Buenos Aires. El argumento es que la tierra colorada NO es rentable, aunque de aquí haya nacido la empresa.
Los tentáculos del Grupo Z están insertos en las nervaduras del Poder nacional, provincial y municipal. Todo su exponencial crecimiento se valió de los subsidios nacionales y locales. Es una formidable cabina de peaje con ruedas que ni siquiera los sindicatos pueden controlar seriamente. Menos en Misiones.
Los diarios afirman que el concesionario Zbikoski controla al dueño de la concesión: el Estado "misionerista".
En el 2020 nos enteramos de la deuda del cánon por 41 mil dólares que el Grupo Z debe pagar al Parque Tecnológico de Misiones por el usufructo del terreno donde está emplazada la Terminal de Transferencia de Miguel Lanús. Las 60 hectáreas aledañas a la Universidad Nacional de Misiones, son propiedad del INTA y fueron cedidas para la explotación del PTMi por 50 años, pero no se pueden vender ni ceder a terceros. Allí, además del predio que ocupa la Estación de Transferencia del Grupo Z, están radicadas Marandú SE con una antena; la Biofábrica de Misiones; y la sede del PTMi.
(Los socios fundadores del Parque Tecnológico son el INTA, la Provincia, la UNaM, las Municipalidades de Posadas y Eldorado, con entidades como AMAYADAP, Cámara de Molineros de Yerba Mate, la Cámara de Comercio e Industria de Posadas y la Fundación para la Investigación y Extensión de las Ciencias Económicas.)
Aquella pretensión de vanguardia, similar al modelo brasileño de circulación convergente de los colectivos cada día más va deflecándose.
Los colectivos - veteranos gusanos - a duras penas tienen aire acondicionado, algunos se incendiaron en pleno recorrido; otrora tuvieron pantallas de plasma para videos, música funcional.
El edificio de la Terminal con su falso frente y algunos locales comerciales nunca completaron un fin de prestación de servicios al pasajero. Un día amagaron con poner pantallas de tráfico y horarios con televisores juntados y colgados en la entrada. No hay un reloj. La única oficina de atención al cliente sirve al expendio de recargas de la SUBE "misionerista". Zona libre de Wi Fi inservible y un tipo anotando las partidas y regresos de las unidades con "un lápiz en a oreja" en la era de códigos de barra y QR. Todo mediocre.
Es fácil recordar en los tórridos días de verano cuando los pasajeros desmayados eran apantallados por un policía en los andenes, mientras se esperaba la ambulancia del Hospital de Fátima. La oficina de "atención al cliente" no contempla su split para la emergencia.
Las naves son la adecuación de la intemperie al diseño. Cuando llueve, con el viento, leve o fuerte, los pasajeros se mojan inexorablemente o padecen los rigores del calor o del frío.
Al estudio de arquitectura - suponemos - le habrán dicho que haga algo moderno pero que salga barato en la construcción; que no gaste mucho en el mantenimiento y que rinda bastante en la duración.
Así también la arquitectura de esa terminal pinta la mentalidad mezquina y voraz de quién la explota. Egoísmo por donde se lo mire frente al silencio de los inocentes. "Misionerismo" que le dicen...
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