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2/23/2021

La Guerra mediática del capitalismo actual. El triunfo de los mercaderes de vulgaridad

Por Pierre Jourde.

“Los grandes medios de comunicación dominantes -sobre todos los principales canales de televisión y las emisoras de radio de mayor audiencia han sabido darle dimensiones monstruosas al universal deseo de estupidez que dormita incluso en el fondo del intelectual más elitista.Ese fenómeno -esa guerra mediática a favor de la vulgaridad, del embrutecimiento colectivo y contra el espíritu- es capaz de destruir una sociedad y de hacer irrisorio cualquier efuerzo político. ¿ Cómo resistirse a semejante tentativa de descerebrar a los ciudadanos ?

Hasta ahora nadie se ocupaba de la calidad de los medios audiovisuales , públicos y privados.Pero algunos dirigentes políticos descrubrieron que la televisión era “mala”, y ahora exigen cultura, los animadores más vulgares están regresando a los medios públicos….y están desapareciendo los programas de literatura.

Con la coartada de algunos programas “culturales” o de algunas obras de ficción ” creadoras , los defensores dels servicio público lo consideran bueno. NO son muy exigentes.

Como si- a modo de una vulgar televisión comercial- no se estuvieran también vigilando de reojo los niveles de audiencia. OCmo si la demagogia fuera menos abundante que en otros lugares.

Los medios de comunicación supieron dar dimensiones monstruosas al universal deseo de estupidez que dormita incluso en el fondo del intelectual elitista. Ese fenomeno es capaz de destruir una sociedad , de hacer irrisorio cualquier esfuerzo político. ¿ Para qué deslomarse reformando la escuela y la universidad? El trabajo educativo es destruido por la estupidez mediática , por la bufonadas erigidas en medio de expresión , por la invasión de los valores del dinero, la apariencia y el individualismo egoista propagados por la publicidad, verdadera razón de ser de los grandes grupos mediáticos. Los nuevos dueños de los medios de comunicación remiten a los ilustres reformadores de la educación pública a un oscuro rincón de la historia.

Cuando se les critica por la vacuidad y la ineptitud de sus programas , los mercaderes de vulgaridad suelen dar dos respuestas: primero , que simplemente dan al publico lo que éste desea; segundo, que quienes los critican son “elitistas” incapaces de admitir la simple necesidad de diversión. No es necesariamente elitista reclamar un poco menos de estupidez.Hay verdaderos espectáculos populares de alta calidad. El público pide lo que está condicionado a pedir. Prácticamente se ha abandonado la idea de un acceso progresivo a la cultura a través de espectáculos populares. Molière, Calderón, Lope de Vega, Victor Hugo, Charlie Chaplin, Valle Inclán, Lorca, Brecht o Dario Fo eran y son grandes artistas y también populares. Han logrado distraer y hacer pensar a la vez. La industria mediàtica no hace el más mínimo esfuerzo: va directamente a lo más vil.

Todo el mundo tiene derecho a relajarse ante un espectàculo fácil.Pero cuando se alcanza el infra-nivel al que han llegado los programas llamados de “entretenimiento” ¿ se puede aún hablar de una simple distracción? Esas imágenes , esas palabras , esos gestos adaptan la mente a ciertas formas de representación , las legitiman, acostumbran a creer que es normal hablar , pensar, actuar de sea miserable manera.Fealdad, agresividad, voyeurismo , narcicismo, vulgaridad, incultura, estupidez llevan al espectador a aceptar una propia imagen infantilizada y degradada, sin ambición de salir de sí mismo, de su “persona” , de su medio, de su grupo, de sus opciones….

Los productores de tele realidad , los dueños de la mayoria de canales privados, no son siempre o no son sólo imbéciles. Son también malhechores. Se admite que un alimento o que un aire contaminado pueden ser nefastos para el cuerpo. Existen representaciones que contaminan la mente.La envenenan.

Si los medios de comunicación de los regímenes autoritarios logran , en cierta medida, aprisionar las ideas, los del capitalismo en crisis los superan totalmente. Y todo ello , por supuesto, gracias a la libertad. La conquista de la libertad de expresión y la liberación de los medios de comunicación -realizado por la izquierda en varios paises europeos, sólo parece haber servido para regalarle nuestros cerebros a Coca cola, Telefonica, Banco Santander. Nosotros nos consideramos tan inteligentes , producto de milenios de progreso , consideramos bárbara a la plebe romana que se deleitaba con los brutales juegos de circo antiguo. Pero el contenido de nuestras embrutecedoras distracciones televisivas sin duda causará asco y burla a las generaciones futuras.

¿Hay otra opción?  Muy pocas ¿ Y por cuanto tiempo?  La concentración capitalista reúne en el seno de un mismo grupo mediático y de un mismo dueño : las editoriales, los diarios , las revistas, los canales de televisión, las redes telefónicas y a veces hasta la venta de armas. Muchos gobernantes políticos europeos están vinculados a importantes empresarios de grupos audiovisuales privados; por eso , la máquina de embrutecer recibe, en casi todas partes, la bendición del Estado. Las amables declaraciones de tal o cual ministro sobre la importancia de los estudios clásicos  , valen muy poco al lado del océano de  rastrera vulgaridad que cada día desborda de la pantalla pequeña e inunda nuestros hogares y nuestras mentes.

¿Qué libertad?  la estupidez mediática se universaliza...










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El largo adiós de María Helena

Cada diciembre se cumple un aniversario de su sentida desaparición. María Helena entonó su canción del adiós. Y entre los muchos homenajes, este que presentamos vale. ¿Por qué? Porque habla de un amor sin fronteras que el tiempo no pudo acallar. En Posadas, la siguen amando como si nunca se hubiera ido.

Su apellido era griego pero su voz era universal. Su apellido era Kalasakis y poseía un registro único y un carisma que enamoró al público que asistía a las primeras ediciones del Festival Nacional del Litoral en el entonces flamante Anfiteatro a la vera del río Paraná.

Maria Helena era de Remedios de Escalada y apenas tenía 23 años cuando tuvo el accidente sobre la ruta 14. El auto que conducía su pareja despistó, la puerta se abrió y cayó sobre ella. No hubo nada que hacer. Excepto llorarla.

En el lugar (provincia de Corrientes) se inauguró a fines del año pasado, en la fecha exacta del accidente, un mural que la homenajea.

Mural que un suspiro. Inaugurado y todo destruido a los pocos días (foto captura de TV)
En Corrientes, aparentemente no todos la querían. A los pocos días de inaugurar la preciosa obra del artista de Entre Ríos Jorge Aguirre Soto, apareció totalmente destruida.

Una especie de mentor. Horacio Guaraní apoyó a María Helena así como después a la Sole.

Apenas actuó en Posadas y la gente la hizo suya: esa voz parecía perfectas para los temas que se denominaban “sonido litoraleño”: galopas, guaranias, chamamés, rasguidos doble, polquitas, serenatas. Todo era ejecutado con maestría por la muchacha de la voz dulce y enamorada de Misiones.

Se presentó en el festival nacional del Litoral ’65 y a partir de allí no paró más. De Posadas pasó a brillar en otros festivales La discográfica CBS (una de las más cotizadas en el mundo) puso sus ojos (y oídos) en ella y la difundió como se merecía.

Tuvo varios discos entre simples y LP que se editaron en vida y luego de su fallecimiento
Toda la música del litoral fue su centro. Y así fueron saliendo los discos. Simples y LP (o larga duración), que en el breve lapso de la carrera malograda la catapultaron hasta alturas inconcebibles.

El informe que se presenta de canal 12 y Derecho al Autor rescata ese amor que supo sembrar María Helena y que 50 años después sigue floreciendo en sus canciones y en esta gente que no la olvida.


Por Mario Pernigotti










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Sherlock Holmes, El perseguidor



Cuando el jueves 1 de diciembre de 1887, el detective Sherlock Holmes y su amigo y cronista, el doctor John H. Watson, hacen su primera aparición pública en el Strand Magazine de Londres resolviendo el complicado caso de Estudio en escarlata, ya nada será igual, para ellos, para su creador Arthur Conan Doyle (foto), para el Strand, y, por sobre todo, para los lectores.

Doyle era un médico que abandonó su carrera para dedicarse a escribir. Había publicado unos pocos cuentos hasta que, en 1886, pergeñó una historia de detectives, género que, en rigor, aún no existía como tal.

Estudio en escarlata es seguida tres años después por La señal de los cuatro, donde los personajes principales quedan definitivamente delineados. Es aquí que el recientemente viudo John Watson, conoce a la señorita Mary Morstan, la futura señora Watson, y cuando Holmes se muestra como un misántropo, frecuente consumidor de cocaína con fines recreativos o, dicho en sus propias palabras, para paliar el insuperable aburrimiento que le provocaban las cosas de la vida.

El joven doctor Doyle, por su parte, había cerrado su consultorio casi antes de abrirlo y ya no volvió a dedicarse a la medicina, excepto cuando una terrible epidemia de tifus diezmó a las tropas inglesas en el transcurso de la guerra anglo-boer.

Vivía en una casa de las afueras de Londres, entregado a su afición al espiritismo y sus novelas históricas, con algunas escapadas al drama y hasta a la revista teatral. Sherlock Holmes y el doctor Watson, entre tanto, iban ganándose la simpatía y el interés de los lectores. Gracias a ellos, Doyle no sólo había conseguido romper la dura cáscara de la nuez del éxito como escritor: había logrado también abrirse camino en el mundo literario londinense, y alternaba con sus grandes autores, desde Meredith hasta Jerome K. Jerome.

Alentado por el éxito de público y un contrato con el Strand Magazine, Doyle concibió una serie de doce historias independientes basadas en el mismo personaje central.

Ya en la primera de ellas, “Escándalo en Bohemia”, aparece una figura femenina muy significativa, capaz de perturbar a Holmes y desatar la imaginación de los fanáticos: Irene Adler, “La mujer”. No es una villana, sino una mujer engañada que toma revancha del rey de Bohemia, por haberla seducido y luego abandonado debido a su condición social inferior. Los lectores simpatizaron con ella de inmediato, identificándose con su causa y hasta el propio Watson se manifiesta “avergonzado” de conspirar en su contra. La femineidad de Irene es irresistible y provoca la pérdida de la habitual perspicacia de Holmes, a tal punto distraído de su objetivo que, por primera y única vez extravía la pista del caso.

Los seguidores de Sherlock, irremediables románticos, sostienen que, más tarde, cuando el detective desaparece misteriosamente durante un tiempo, se reencuentra con Irene, tal vez en Montenegro, tal vez en Estrasburgo, y sostienen un romance, fruto del cual Irene tendrá un hijo, que dará a luz en su hogar familiar de Nueva Jersey.

Una vez que el Strand terminó de publicar esas primeras historias, el público demandó más, «Vuelven a darme la lata pidiendo más relatos de Sherlock Holmes –escribió Doyle a su madre–. Me he visto obligado a ofrecerles una docena por la suma de mil libras esterlinas, y espero muy sinceramente que no acepten mi oferta.»

El Strand aceptó sin chistar y al entregar los nuevos relatos, luego agrupados en Las memorias de Sherlock Holmes, Conan Doyle pasó de golpe a ser el autor mejor pagado de Inglaterra en aquel tiempo.

Sin embargo, a medida que la popularidad de Sherlock Holmes iba creciendo, se hacía más hondo el aborrecimiento que el autor sentía por él: tenía sudores de muerte y terribles exasperaciones de tan sólo pensar que debería seguir devanándose perpetuamente los sesos para inventar nuevos trucos e ideas con que nutrir la voraz personalidad de su personaje. Para peor, era asediado con una enorme cantidad de correspondencia, de un tenor que muchas veces lo llevó a dudar de la salud mental de sus lectores.

Por fin, Arthur Conan Doyle se decidió: mataría a Holmes, y esta vez no le valdrían las protestas de su madre.

Un día el de abril de 1893 surgió en su cerebro la manera de cometer el homicidio. Hacía muy poco que con su esposa acababan de regresar de una excursión por Suiza. La catarata de Reichenbach había producido profunda impresión en su ánimo. Quien se despeñase allí…

Doyle interrumpió la lectura del libro que estaba leyendo, tomó pluma y papel y escribió a su madre: «Llevo mediada la última de las novelas de Holmes, en la que este caballero desaparece para nunca más volver. ¡Me fastidia hasta su nombre!».

Después de despeñar a Sherlock Holmes en el abismo, sir Conan Doyle respiró. ¡Se había librado del súcubo!

Lo que no tomó en cuenta es que el público se tomaría el asunto a la tremenda. Miles de airadas cartas de protesta llovieron sobre el escritorio de Doyle, muchas acusándolo de asesino, si bien unas cuantas traían palabras de condolencia. Al tiempo que en el Strand los lectores publicaban avisos fúnebres en memoria de su héroe y en Londres muchos transeúntes vestían de luto, la familia real manifestó oficialmente su consternación por la muerte del notable personaje.

No sería la primera ni la última vez que una obra de ficción apasionaría a sus lectores,  pero nunca antes ni después un personaje adquiriría la entidad, la encarnadura, la existencia real que adquirió Holmes. Y no, justamente, por la voluntad del autor: el fenómeno Sherlock Holmes, tal vez el mayor mito del siglo XX, fue obra exclusiva de la imaginación de los lectores.

Pero Doyle se mantuvo impertérrito, hasta que en 1901 dio con la idea de una historia que necesitaba de un detective. ¿Y para qué inventar uno, si ya disponía del mejor?

Fue así como Holmes regresó en El sabueso de los Baskerville, aunque sin resucitar: la historia está situada en un momento anterior a su desaparición en Reichenbach. El éxito fue estrepitoso y Doyle comprendió que su monstruo se resistía a morir.

Fue así que en 1903 Holmes reapareció ante un perplejo Watson en “La aventura de la casa deshabitada”, impasible como siempre, como si nada hubiera pasado. Desde entonces hasta 1927, las historias de Holmes totalizan 56 cuentos, agrupados con posterioridad en cinco volúmenes, y cuatro novelas, mientras Doyle proseguía con las obras “serias”, en la actualidad completamente olvidadas.

En cuanto a Sherlock en sí, Doyle siempre negó su existencia y a diferencia de la mayoría de los escritores, jamás se preocupó demasiado por darle credibilidad a sus historias, a las que, con indignación, muchos creyeron encontrarles contradicciones e inconsistencias.

Ya desde que el Cambrigde Review publicara una “Carta abierta al Dr. Watson” echándole en cara ciertas discordancias de El sabueso de los Baskerville, tanto desde las páginas del Strand como en los claustros universitarios y las publicaciones afines, el público en general y prestigiosos académicos despotricaron por las contradicciones y “errores” del Dr. Watson, considerado un cronista desatento y chapucero.

Pero el doctor consiguió granjearse sus defensores: muchos críticos observaron que su reticencia a brindar más información de la que el lector necesita para comprender la historia, bien podía deberse a un muy desarrollado sentido de la discreción, el pudor y la caballerosidad, tan propios de la era victoriana.

No han sido sólo los escritores los que imaginaron encuentros entre Holmes y contemporáneos cuya existencia real estaría documentada (como Oscar Wilde, Sigmund Freud o Jack el Destripador): una investigación del Servicio Secreto del Imperio Otomano demostró, en 1920, la presencia de Sherlock Holmes en Constantinopla, cumpliendo una misteriosa misión al servicio de la corona británica.

Hasta el final de sus días Arthur Conan Doyle soportó la llegada de una incesante correspondencia en la que los lectores expresaban la necesidad, y a veces la exigencia, de conocer al famoso detective, lo que habla a las claras de su talento como escritor, capaz de convertir en un ser creíble a una personalidad tan sorprendente. O por el contrario –sostienen algunos– se trató de un escritor tan malo como para volver inconcebible al mejor detective de la historia.

Bien mirado el asunto ¿alguien cree encontrarse en condiciones de establecer en este caso cuál es  la verdad verdadera?

POR TEODORO BOOT / ZOOM











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2/09/2021

Piotr Kropotkin. El creador del anarquismo.



El príncipe Piotr Alexéievich Kropotkin, el geógrafo y pensador político ruso, es considerado el principal teórico del movimiento anarquista.

Sus ideas todavía resuenan. “Cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad”

“Somos ricos, muchísimo más de lo que creemos. Ricos por lo que poseemos ya; aún más ricos por lo que podemos conseguir con los instrumentos actuales; infinitamente más ricos por lo que pudiéramos obtener de nuestro suelo, de nuestra ciencia y de nuestra habilidad técnica, si se aplicasen a procurar el bienestar de todos”. La cita pertenece al libro “La conquista del pan” (1892), donde promueve un sistema económico descentralizado basado en la ayuda mutua y la cooperación voluntaria.

El tema central de los numerosos trabajos de Kropotkin fue la abolición de toda forma de gobierno en favor de una sociedad que se rigiera exclusivamente por el principio de la ayuda mutua (título de uno de sus libros) y la cooperación, sin necesidad de instituciones estatales. Esa sociedad ideal (comunismo anarquista o anarco-comunismo) sería el último paso de un proceso revolucionario que pasaría antes por una fase de colectivismo (el anarco-colectivismo, aunque posteriormente se le llamó anarco-socialismo).

Kropotkin nació en Moscú el 21 de diciembre de 1842, estudió en San Petersburgo y sirvió en el Ejército ruso desde 1862 hasta 1867. Durante este periodo, dirigió dos expediciones sucesivas a Siberia y Manchuria, respectivamente, que proporcionaron conocimientos geográficos de gran valor además de hacer una gran contribución científica sobre el “deshiele”.

Regresó a San Petersburgo en 1867, donde fue nombrado oficial del la Sociedad Geográfica rusa. Exploró los glaciares de Finlandia y Suecia en nombre de la mencionada agrupación desde 1871 hasta 1873. Mientras realizaba estas investigaciones, también se dedicó a estudiar los escritos de los principales teóricos de la política, y finalmente adoptó los puntos de vista del socialismo revolucionario, comenzando aquí sus primeros acercamientos con la política en el bando marxista. Más tarde se convertiría en uno de los defensores de la doctrina radical del anarquismo.

Algo curioso fue que en 1872 participó en la I Internacional, hasta ahí todo parecería normal, pero es que primero lo hizo como marxista y luego como seguidor del ideólogo anarquista Mijaíl Alexandróvich Bakunin.

Cuando regresó a Rusia, después de su etapa socialista, comenzó a difundir el pensamiento anarquista, motivo por el que fue arrestado y encarcelado en 1874. Consiguió escapar dos años después y se unió a una sociedad anarquista internacional, la Federación del Jura. A continuación, se instaló en Francia, donde fue detenido en 1883 y sentenciado a cinco años de prisión por sus actividades anarquistas. Tras ser liberado tres años después, se trasladó a Inglaterra, donde residió y trabajó durante treinta años.

Después de la Revolución bolchevique de 1917, regresó a su país y se estableció cerca de Moscú, pero aunque tomó parte en la vida política soviética no desarrolló cargo oficial alguno.

En enero de 1921 Kropotkin enfermó de neumonía y, a pesar de los cuidados médicos, murió en la madrugada del martes 8 de febrero de 1921, en Dmítrov.

El gobierno bolchevique ofreció realizar un funeral oficial pero la familia y amigos anarquistas de Kropotkin lo rechazaron. En cambio, cientos de obreros, estudiantes, campesinos, funcionarios y soldados pasaron por su pequeña vivienda para despedirse del viejo revolucionario.

Luego, sus restos fueron trasladados en tren hasta el Palacio del Trabajo en Moscú, desde donde una multitud de más de 100.000 personas acompañó al féretro durante ocho kilómetros hasta el cementerio Novodévichi.










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Dostoievski y sus facetas comparativas con Arlt y Sábato.



A las ocho y media de la noche del 9 de febrero de 1881, moría a los 59 años -a causa de una hemorragia pulmonar asociada a un enfisema y un ataque epiléptico-, Fiodor Dostoievski, el autor de obras cruciales como “Crimen y castigo” y “Los hermanos Karamázov”, que según traductores y críticos argentinos fueron “víctimas” de traducciones distorsionadas o incompletas que obturaron el contacto con el humor y la potencia de la narrativa dostoievskiana.

“Dostoievski fue el último gran genio en términos de grandeza literaria y filosófica. Después cuesta encontrar escritores de ese calado. Está a la altura de Dante, Shakespeare, Goethe”, señala a Télam el eslavista Alejandro González, presidente de la Sociedad Argentina Dostoievski.

El escritor, quien nació en Moscú el 11 de noviembre de 1821.

Respecto a la influencia del escritor en la literatura argentina, el traductor, marca dos referencias claras: la de Roberto Arlt en la primera mitad del siglo XX y la de Ernesto Sábato en la segunda mitad.

Por su parte el crítico José Amícola, quien se doctoró en 1982 en Alemania con una tesis sobre Roberto Arlt y publicó en 1995 el libro “Dostoievski, polifonía y disonancia”, coincide en señalar a los mismos escritores. Y aclara: “Hay tres puntos en Dostoievski. La polifonía por una parte y, relacionado con este aspecto formal, la cuestión de la escucha de los discursos sociales y un tercero, el más fabulosamente difundido en todo el mundo: la versión del alma torturada del individuo”, resume

“Arlt asumió todos los lineamientos de Dostoievski: la polifonía que es esa capacidad de hacer escuchar las diferentes voces y percibir diferentes escuchas, por ejemplo, los anarquistas, la derecha y los fascistas. En el alma torturada uno puede pensar en Remo Erdosain, el protagonista de ‘Los siete locos'”, destaca.

Sábato, especialmente con su primera novela “El túnel” y luego, también con “Sobre héroes y tumbas”, especifica Amícola, “tiene una línea con el escritor ruso. Luego aparece filtrado a través de otros escritores que recibieron la primera influencia del autor de “Los hermanos Karamázov”. El crítico argentino señala a Samuel Beckett, “que en los autores y las autoras jóvenes aparece siempre, en su complejidad, el personaje muy intrincado, el que se da mucha manija”.

Eugenio López Arriazu es traductor de ruso, inglés, francés, latín, búlgaro y serbio, y además director de la cátedra de Literaturas eslavas en la UBA. Traductor de “El jugador”, señala que “la obra de Dostoievski sigue conmoviendo a quienes lo leen por sus temáticas” y asegura que “cada momento histórico relee su obra en una clave particular”. “Por su novela ‘Los demonios’, para citar una de sus grandes obras, ha sido leído como anti nihilista en el siglo XIX y como profeta de la revolución rusa en un sentido negativo por el filósofo N. Berdiáev, pero en otro positivo por el revolucionario A. Lunacharski”, detalla.

Por su parte, el traductor pampeano Omar Lobos, quien ha realizado las primeras traducciones argentinas directamente del ruso de “Crimen y castigo” y “Los hermanos Karamázov”, destaca que “Dostoievski es un autor siempre inquietante y actual para el público lector. A menudo se lo descubre ya en la adolescencia y es una suerte de aguijón fatal. ¿Y por qué subyuga?” se pregunta. Responde: “En principio, hay una maestría novelística superlativa en él, para utilizar todos los recursos del suspenso (aun los más baratos) y sostener la trama con intrigas permanentes, elementos que provienen del folletín, de la dinámica comercial de la novela folletinesca”.

“Otro elemento es el trazado fuerte de sus personajes, cualquiera sea el rango (principal, secundario, circunstancial), que los vuelve particularísimos y ‘extravagantes‘ a pesar de su sujeción a los preceptos realistas, que aspiran a la configuración de ‘tipos’, es decir, personajes que expresan una generalidad antes que una particularidad. Es el caso de Raskólnikov, por ejemplo, un estudiante del común, que se decidió a hacer lo que en su época podía decidirse a hacer ‘cualquiera'”, remarca el autor de “F. M. Dostoievski durante la Rusia soviética”, “La edición de Dostoievski en Brasil”, y “La poderosa música (una traducción de ‘Crimen y castigo’)” .

“Sin embargo, es uno de esos personajes de la literatura universal que trascienden el marco de la novela, y tiene fama y entidad pareja con las de Don Quijote, Hamlet, Fausto. Y otros componentes sin duda potentes en la narrativa dostoievskiana son el humor (a menudo en una combinación grotesca) y la poesía”, resalta Lobos estos aspectos literarios.

En esa línea González agrega: “Recién en los últimos veinte años en el mundo hispanohablante los traductores y críticos estamos intentando recuperar al Dostoievski escritor con un fino sentido del humor, mucha sensibilidad, con la recuperación del habla cotidiana de los rusos, incluso de cierta jerga -destaca-. La crítica occidental fue responsable de convertir a Dostoievski en un gran filósofo, un existencialista. El propio Sábato lo lee así a través del existencialismo francés, y algunos hasta lo ven como un psicólogo y pierden de vista al escritor que trabaja con el lenguaje, retuerce el idioma ruso, como lo fuerza para llevarlo a donde él quiere”.

López Arriazu cuenta que su experiencia con la traducción de “El jugador” le “implicó captar, con el detenimiento que requiere una tarea que avanza palabra a palabra, leyendo y releyendo, precisamente las sutilezas psicológicas de uno de esos personajes incómodos y desacomodados”.

“Traducir a Dostoievski implica captar esta psicología deteniendo el vértigo de un torrente de oralidad, para restituir luego ese torrente“, concuerda con el resto de los traductores argentinos.

González resalta que todos los escritores argentinos leyeron a Dostoievski en traducciones: “Borges lo leyó a través de Constance Garnett, la primera traductora de literatura rusa en el mundo inglés. Sus traducciones eran muy imperfectas, no estaban completas ni tenían un trabajo filológico académico”, puntualiza. Garnett recibió varias críticas de rusos que conocían el inglés, por ejemplo de Joseph Brodsky, de Vladimir Nabokov y Serguéi Dovlátov”.

Borges leía en esas “traducciones viejas, del inglés victoriano, que no reflejaban las cuestiones de estilo de Dostoievski quien ‘sonaba’ como León Tolstói, Nikolái Gógol, Aleksandr Pushkin, Iván Turgénev y Antón Chéjov. Garnett pasaba el rodillo de la lengua inglesa y se perdían todas las particularidades específicas”, señala González y agrega otro detalle: “Las traducciones al castellano eran de ediciones en inglés o en francés: una doble mediación que jugó bastante en contra de conocer al verdadero Dostoievski escritor”.

 

Fuente: Telam










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10/13/2020

Sepa de dónde viene que el martes o el viernes 13 es un día de mala suerte



El martes 13 es el día de la mala suerte en varios países de tradición judeo cristiana. "En martes ni te cases ni te embarques", reza un popular refrán en español. Por ende nadie contrae matrimonio en su sano juicio o decide abordar un barco en lo posible.

El martes 13 es el día de la mala suerte en España, Grecia, Cuba, Argentina, México, Paraguay, Chile, Perú, Colombia y Venezuela.

Por un lado, el 13 era el número que se le daba a Judas, el traidor de la Última Cena. También eran 13 los espíritus malignos en la Cábala judía. Además, en la Biblia, es en el capítulo 13 del Apocalipsis cuando llega el anticristo.

 Además, algunos estudiosos de la Biblia creen que Eva tentó a Adán con la fruta prohibida un viernes y que Abel fue asesinado por su hermano Caín el quinto día de la semana. Cabe recordar que los siete días de la semana –establecidos en función del tiempo en el que transcurre un ciclo lunar– son definidos por las religiones judeo-cristianas y musulmanas como el tiempo que tardó Dios en crear los cielos y la tierra, y todo lo que hay en ellos.

Por su parte, el martes es apuntado por la mitología clásica. Este se asocia con Marte, dios de la guerra, del que recibe su nombre. Deidad que era propicia para la batalla, pero no para el cierre de acuerdos y negocios según las creencias de la Antigua Roma. Además, en martes, se sitúan sucesos de gran impacto para la cristiandad, como la caída de Constantinopla ante los turcos en 1453.

En países como Rusia o el Reino Unido, el viernes 13 es el día oficial de la mala suerte. La triscaidecafobia, miedo al número 13, se mantiene, aunque se sustituye el martes por el viernes, ya que fue cuando Cristo fue crucificado. 

En Francia relacionan esta fecha con la orden del rey Felipe IV de capturar y quemar a todos los caballeros de la Orden del Temple, acusados de herejía y sodomía. 

Cuando el Papa y el Rey se compincharon para quemar en la hoguera al último gran maestre templario
Jacques de Molay, gran maestre templario, fue arrestado y quemado vivo por Felipe IV, celoso del poder de la orden.

En el año 1307, el papa Clemente V y Felipe IV ordenaron la detención de Jacques de Molay junto con la de los demás caballeros templarios bajo la acusación de sacrilegio contra la Santa Cruz.

Molay declaró y reconoció, bajo tortura, los cargos que le habían imputado, aunque con posterioridad se retractó. A pesar de ello, en 1314 fue quemado vivo en la hoguera frente a la catedral de la Notre Dame.

En Estados Unidos, la histeria se remonta al libro de Thomas Lawson, Friday, the Thirteenth, que trata sobre un corredor de bolsa que elige este día para hacer colapsar deliberadamente el mercado de valores. El fenómeno cultural se incrementaría con la llegada de la saga cinematográfica de terror Viernes 13.

¿Por qué 'tocamos madera' para espantar la mala suerte?

En Italia se escapan, ya que no temen a este número, pero sí al día. El viernes 17 es su fecha sin fortuna. Según la tradición esta cifra es la del infortunio, porque en números romanos se escribe XVII, anagrama de VIXI, que en latín quiere decir "vivió / vivía", lo que implica que ahora “estoy/está muerto”. No es de extrañar que la aerolínea Alitalia no cuente con una fila de asientos número 17.

Tocar madera, no romper un espejo, evitar pasar por debajo de una escalera, no cruzarse con un gato negro o levantarse con el pie derecho son algunos de los remedios utilizados para alejar a la desgracia. Las herraduras, los tréboles de cuatro hojas y los amuletos de cuarzo ahuyentan supuestamente la desgracia. 

También se puede optar por no concertar citas importantes para esta fecha. Aunque, también es un buen remedio no mirar el calendario. Y es que, al final, la suerte es caprichosa, nunca sabes cuándo ni dónde va a aparecer. 











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