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10/10/2024

Títeres






Por Alcides Cruz - licencia CC BY 4.0.©



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¡Qué indignante papel el que cumplen los legisladores misioneros! Son todo lo mismo. Una respuesta en conjunto a los intereses del Poder provincial. Ya se ha borrado la delgada línea de la decencia cívica. Creen que solamente obedecen a los pactos de la cúpula que los colocó en la boleta como mascarón de proa. 


Y se ríen. Con sus bocas empastadas, con sus rostros enfriados en tertulias de negocios. Comadrejas enseñadas a llevar la presa a la cueva.  Hablan lo que les dicen que hablar. Y se ríen. O sonríen sin pudor. 


Carcajadas del poder que espanta a las palomas del campanario. Su vestimenta comprada en galerías opulentas se mojan de lluvia amarilla. Huelen como perros empapados. 


Subidos a un pedestal de naipes marcados, orejean sus propias ambiciones e ignoran con desdén los mandatos populares. Esa vana idea de que el pueblo les delega el absoluto cada dos años, y que un simple mortal autodetermina y supone la cumbre de la adoración. Apenas es un hombre lleno de Poder terrenal.  A él van inclinados o de rodillas como a un dios pagano. En Misiones la voz de Dios NO es el pueblo. El silencio de los cómplices enmudece una colosal mentira. 


Y este pueblo misionero, tan ignorante, tan displicente con las cosas fundamentales de la comunidad, se mira como una multitud de penitentes, de resignados o vive distraído con espejos multiplicados por filibusteros territoriales.


Los jóvenes van dormidos con pócimas soporíferas; sin uñas ni dientes; sin fuego ni pasión por ser libres de verdad. Encadenados a lo magro del mañana, al futuro incierto en la tierra donde han nacido. Acobardados y anestesiados por mentiras, por desapegos egoístas. Van sin saber a dónde. 


Los líderes sombríos. Ocasionales presta nombres. Sin alma de Patria. Sin mapa ni garabato del camino.  Deambulantes por las aulas, calles, oficinas. Zombificados para soportar el destino de No ser nada más que un bocado más del sistema unívoco, autocrático e imperante.  


Nunca se vió como ahora, a los legisladores de Misiones de espaldas al pueblo. Tanto pero tanto. Una rotura insurcible con su realidad. Que se abstengan NO puede ocultar su chafalonía. 


Aún queda para los memoriosos de la política aquel bochornoso voto a favor de los fondos buitres. Pero los senadores y diputados del 2024 los han superado con creces. De aquellos diputados No queda ni las hilachas. En el rincón de los olvidos su antigua soberbia se enmohece. Los del presente son insustanciales, la nada misma aborrecida por la mitad de la población. Evaporables. 


El que maneja los piolines es el que habla detrás del telón. Truca las voces, cambia los personajes. El malo es perverso y el bueno un idiota útil. No es un genio como los amanuenses quieren hacer creer. Es un astuto que devora las almas de lo más noble. Es el que ríe. 






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10/09/2024

El Conventillo - Buenos Aires, Argentina


Imagen de un conventillo de 1914



Por Alcides Cruz - licencia CC BY 4.0.©



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La ciudad debió acompañar el crecimiento poblacional originado en la inmigración, con una adecuada oferta de habitaciones para alojar a esas gentes. La mudanza de los habitantes del casco antiguo hacia el Barrio Norte, a partir de la epidemia de fiebre amarilla registrada en 1871, permitió la utilización de esas antiguas residencias, muchas de ellas en pésimo estado, como alojamiento de los marginados que venían del exterior y los marginados que expulsaba el campo a partir del alambrado y otras reformas que se suscitaron casi en forma contemporánea al proceso inmigratorio.

Toda la calle Balcarce, desde Plaza de Mayo hasta Parque Lezama fue una sucesión de viejas casas coloniales con techos de tejas, tan bajos que parecían caerse encima de los transeúntes, devenidas en conventillos, con su chapa metálica, que según la ordenanza municipal indicaba la existencia de un inquilinato.

La falta de proporción existente entre la llegada de inmigrantes y el alojamiento insuficiente impulsó la construcción de gran cantidad de inquilinatos con un elevado grado de hacinamiento y deficiencias sanitarias.

En esas habitaciones vivían, comían, dormían amontonados y las utilizaban como talleres donde costureras, planchadoras, armadoras y sastres se dedicaban al sistema de “trabajo a domicilio”. El hacinamiento estaba agravado por el precario o inexistente servicio sanitario, que dio origen a verdaderos focos de enfermedades infecto contagiosas como el cólera y la tuberculosis.

Los cuartos de baño eran escasos y difícilmente podía bañarse la décima parte de las personas que allí habitaban. Bañarse en el conventillo no era fácil, con baño para 100 personas. Además, los baños permanecían abiertos pocas horas al día y todos debían lavarse en un tiempo muy corto. Las letrinas eran escasas y mal aseadas. El 20% de los conventillos de la ciudad de Buenos Aires no poseían baños ni letrinas de ninguna clase.

La falta de cocinas obligaba a los inquilinos a usar braseros, que se encendían en los patios junto a las puertas de las piezas; de esa manera, a la hora del almuerzo o cena, estaban encendidos en el mismo patio, 20 a 30 braseros. Los problemas se agravaban en los días de lluvia, porque los inquilinos cocinaban dentro de los cuartos. Cuando los ocupantes de una pieza eran verduleros o vendedores de pescado y no conseguían vender toda la mercadería, lo que sobraba era llevado a la habitación, cuya atmósfera se saturaba con las emanaciones de pescado, frutas y verduras pasadas.

El patio del conventillo era el espacio común de todos los inquilinos, donde se debía compartir la pileta de lavar, la soga de tender la ropa, la ducha y la letrina, lo que en muchas ocasiones provocó frecuentes peleas. En las mañanas de verano el conventillo era invadido por vendedores ambulantes y repartidores que llevaban provisiones como pan, leche, carne y verduras, entregadas de puerta en puerta o en pleno patio. Pero la mayoría de las mujeres prefería ir a los mercados y almacenes para comprar a más bajo precio.

No obstante, aparecen algunos personajes típicos como: el encargado, quién era el mandatario del propietario, responsable del cobro de los alquileres y del desalojo de algún moroso o indeseable, el que administraba la justicia casera ante los altercados propios de esos sórdidos lugares. Se perfila en el poema la convivencia entre “tanos” y “gallegos”, como fenómeno típico de la inmigración, que atraía gentes de los países más diversos; y finalmente aparece en el poema el sórdido mundo de los personajes marginales.

"...el proceso integrador que se producía en el conventillo, por cuanto entre sus habitantes, además de los inmigrantes, se encontraban los otros marginados del nuevo orden que se sucedía después de la Batalla de Caseros: los gauchos de a pie."

Este hombre, que ya habitaba el país, termina encontrándose con el inmigrante en una confluencia de culturas, comenzando un largo camino de génesis de una nueva sociedad y un nuevo hombre, proceso que aún hoy parece continuar.

Algunas casas patricias de notoria fama se convirtieron en conventillos; entre otras podemos citar La casa de la Virreina Vieja, ubicada en Perú y Belgrano, que fue habitada entre 1801  y 1804 por el Virrey del Pino, y luego por su viuda, por la cual llevaba esa denominación.; La casa de Ramos Mejía, ubicada en Bolívar 553, que fue el asiento de la legación extranjera y el refugio transitorio de Rosas previo a exiliarse en Inglaterra; La casa de Manuel de Lavardén, en Balcarce y Venezuela, que habitara el poeta autor del drama Siripo; y La casa de los López, construida por Don Manuel Planes, dónde Vicente López y Planes escribiera el Himno Nacional.

POEMARIO AL CONVENTILLO

Unos versos salidos de la pluma de Alberto Vaccarezza, tal vez nos ayuden a ingresar en el tema:

Un patio de conventillo
un italiano encargao
un yoyega retobao
una percanta, un vivillo
un chamuyo, una pasión
choques, celos, discusión
desafío, puñalada
espanto, disparada
auxilio, cana...telón

"...basten los versos de “Oro muerto”, el tango escrito por Julio Navarrine con música de Juan Raggi, que en la voz de Carlos Gardel nos hacen participar de la vida de un patio de conventillo de principios de siglo:

El conventillo luce su traje de etiqueta
Las paicas van llegando, dispuestas a mostrar,
que hay pilchas domingueras, que hay porte y hay silueta,
a los garabos reos, deseosos de tanguear.
La orquesta mistongera musita un tango fulo.
Los reos se desgranan buscando, entre el montón,
la princesita rosa de ensortijado rulo
que espera a su Romeo como una bendición.

El dueño de la casa
atiende a las visitas
los pibes del convento
gritan en derredor
jugando a la rayuela.
al salto, a las bolitas,
mientras un gringo curda
maldice al Redentor.

El fuelle melodioso termina un tango papa.
Una pebeta hermosa saca del corazón,
un ramo de violetas, que pone en la solapa
del garabito guapo, dueño de su ilusión.
Termina la milonga. Las minas retrecheras
salen con sus bacanes, henchidas de emoción,
llevando de esperanzas un cielo en sus ojeras
y un mundo de cariño dentro del corazón.

(extraído del libro: "De Garay a Gardel...La sociedad, el hombre común y el tango: 1580- 1916 "  Ediciones Biblioteca Nacional- Bs.As. - 1998).


Fuente: Carlos Araujo; Foro Argentino de la Cultura Urbana





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