Dos accidentes de motociclistas - de los varios que ocurren por día - fueron especialmente singulares. En un caso un motociclista chocó por detrás a un automóvil en el acceso sur, cerca del Arroyo Zaimán, voló hacia el carril contrario y fue atropellado por otro vehículo, perdiendo la vida en el acto.
Horas más tarde en la Avenida Roth de Garupá, otro joven de 21 años colisionó con una furgoneta que ingresaba a un garage. Quedó gravemente herido. Este podría ser el relato habitual de las crónicas policiales, tan abundantes como cotidianas. Quiero cambiar el punto de vista de este flagelo.
El asunto que interesa es la desaprensión, el desplazamiento sin rigores de velocidades máximas, sin carriles asignados y el bajo control policial o de los agentes de tránsito. En un caso llegan para hacer las mediciones telemétricas para las formalidades científicas y en el otro, la consabida emboscada punitiva en zonas embudo. Es el mismo Estado dador de las licencias de conducir que los recoge del suelo.
El lapso de la siesta hasta las 16.30 o los fines de semana, a cualquier hora es el territorio salvaje para los que usan la moto como un bólido imaginario por avenidas o calles barriales.
Son jovencitos, que por suerte llevan casco, pero esa es la única suerte. Sin luces, sin papeles reglamentarios, con artefactos de explosión para "cancherear" sonoramente en un espacio con ausencia absoluta de control.
Ruidos molestos, que retumban a los cuatro vientos. Pasan las motos que rugen como caros 500 cc. en pocas cuadras porque el tipo quiere mostrarse como intrépido en la aceleración. Y los menos pudientes, revientan sus motores con escapes que tabletean sonidos agudos.
No hay control en las horas cuando salen los egos a exponerse. La noche.
Las estadísticas de muertos, lesionados y discapacitados nunca deja de crecer. Las autoridades de diverso pelaje, ya ejecutiva o legislativa, de vez en cuando esgrimen disposiciones que, por la realidad de los hechos, No amortiguan los cuerpos que impactan contra el pavimento o lo que se cruce.
Hay viejas verdades, que de tanto repetirse, se vuelven una costumbre y quedan como una frase sorda: "en la moto la carrocería es tu cuerpo". No cala en los intrépidos de los 110 cc. con caño de escape disparador de escopetazos a diestra y siniestra.
Los automovilistas comentan en las redes sociales el zigzagueo demencial, el cruce imprevisto por delante sin mayores cuidados y la angustiante sensación de "rozarlos" porque No hay espejo lateral o retrovisor que los aguante. Aparecen de la nada.
Por todos lados, en los semáforos, su presencia supone peligro latente. De a uno, de a dos, con chicos en el medio, bolsas de alimentos balanceados o de cemento, cajones de cerveza. Una especie de prolongación forzada de una mula con dos ruedas.
En la Ruta Nacional 12 los motociclistas presiden las caravanas intermitentes; salen de pique al pestañeo del semáforo verde por el carril central. Casi nunca por las colectoras como si las despreciaran aunque deberían ser obligatorias. Así, las mayoría de las veces, las luces de los patrulleros o las ambulancias, alumbran un cuerpo tirado esperando la morgue.
Caídos como moscas.
Alcides Cruz
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Buen dia y comienzo de semana ALCIDES...toda una realidad q vivimos a diario,increíble las cosas q hacen y si tocas bocina todavía se enojan y te encrepam;Inspectores de tránsito BIEN GRACIAS y los defienden Todavia, me ha pasado en pleno centro en un lugar q debia estacionar con el auto y la i inspectora le dió la RAZÓN al tipo re mal
ResponderEliminareducado,esas son nuestras AUTORIDADES...