La cachetada de Milei y Bullrich al peronismo No alcanza. A varios días del nock out la clase política nacional, popular, progresista sigue bamboleándose en la borrachera mental. Las travesuras del marketing político, sus grupos focales y las recetas de los gurúes se autodestruyeron el domingo 13 de agosto de 2023. Fecha histórica.
El país está agotado. El pan peronismo habla solo para sí mismo. Comete el mismo error de la campaña del 2015 cuando Daniel Scioli pronunciaba los diagnósticos perfectos del aparato técnico pero el remedio no.
Macri fue la panacea médica que terminó dejando al país con cirugías infrapatelares y en muletas. Llegó el Dr. Fernández le recetó aspirinas y le regaló una silla de ruedas. Para el porvenir se ofrecen tres: Milei y Bullrich, cirujanos de morgue y Massa cirujano estético.
El peronismo tiene la disyuntiva agonal de todos los tiempos. Por un lado mover los anticuerpos para frenar la progresión oligárquica (su razón de ser como principio natural) o dejar que operen los virus resistentes de la llamada derecha que permanecen en vida latente hasta cada temporada electoral. Dicho más simple: los gorilas depilados a los que el articulo 32 inciso (d) de la Carta Orgánica del Partido Justicialista no les hace nada.
La solución mesiánica de Milei: patear el hormiguero, poner todo a competir por la supervivencia, que el pez grande se coma al chico, se equilibre por inanición, auto eliminación, quiebras, corte de la cadena de pagos, sálvese quien pueda. Un hachazo a la doctrina social del peronismo.
Hasta aquí, el panorama es: Unión por la Patria estadounidense, Juntos por el Cambio de bandera con estrellitas y la Estatua de la Libertad Avanza.
Una CGT cada día más ridícula; ya ni los mensajes de Pablo Moyano - otrora dirigente de credibilidad confrontativa - surten efecto. El sindicalismo elastizable y apéndice del empresariado ya no puede esconder la hilacha.
Los gobernadores "peronistas" que ahora ponen rostro de preocupación y fruncen el seño, en una acting de épica. No pueden esconder su hipocresía cuando se cortaron solos para salvar su quinta, su ropa, dejando al "campo NACIONAL" a la deriva con provincialismos egoístas.
La realidad de pobreza extrema los está atravesando. Aún cuando los mandatarios provinciales hayan creído que despejaron el horizonte, no tienen nada asegurado porque el climax social está tamizado de hambre y falta de trabajo. Las estadísticas mienten. Hay subocupación en incremento; están echando gente y cerrando comercios ante precios y alquileres insostenibles.
El país perdió la independencia económica y por ende, el justicialismo se desmoronó en sus otros dos pilares: la soberanía política y la justicia social.
La diáspora crónica del peronismo debe ser asumida. En la mayoría de las provincias se han anquilosado las dirigencias; han claudicado las banderas, la doctrina. La han regalado al poder de turno como en el caso de Misiones o Jujuy, a tal punto de perder la identidad por condescendencia. No es ideología sino negocios.
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Hace falta que gane Milei para atravesar el desierto; para deshojar las ramas infestadas de plagas; para que salgan renuevos.
Hace falta que gane Milei o la Bullrich para se termine un ciclo de dirigentes pálidos, cuentapropistas de la política. Ojalá el pueblo No le extienda un salvoconducto a los "diligentes" de los intereses extranjeros enquistados a lo largo y ancho del país. Esto vale también para los radicales, los socialistas amenos, la izquierda troska eternamente reciclada.
Hace falta un zarandeo fuerte. Este ir zafando o el clásico acomodar los melones en el camino se terminó por obra y gracia del pueblo harto de comerse su propio vómito.
La pléyade de incapaces, arlequines del verso ya despintaron sus máscaras. No convocaron al pueblo, votaron el pago de la deuda infame, retrocedieron ante las corporaciones, pusieron al país de rodillas cuando prometieron ponerlo de pié. Esta vez el "que se vayan todo es más finito". Alcanza al puticlub del radicalismo, de los peronistas republicanos o autodenominados presentables. Es imperdonable esta exclusión de la participación popular en las políticas públicas.
Se acabó este ciclo de pedir el voto al pueblo y después gobernar sin él.---
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